DERECHA / IZQUIERDA

¿Existen las ideologías?

Sí, existen, pero no a la manera en que existen las piedras, los perros y las narices. Las ideologías tienen que ver con el poder. Sin una inserción política no hay ideología. Incluso la ideología religiosa se refiere a un modo de gobernar el mundo. Si Dios no fuera poderoso, no habría religión.

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Por Tomas Abraham | 15.08.2009 | 03:59

Sí, existen, pero no a la manera en que existen las piedras, los perros y las narices. Las ideologías tienen que ver con el poder. Sin una inserción política no hay ideología. Incluso la ideología religiosa se refiere a un modo de gobernar el mundo. Si Dios no fuera poderoso, no habría religión.

Es cierto que filósofos como Gianni Vattimo o Hans Jonas nos presentan un dios débil, necesitado, amigable, pero no deja de ser un hijo o un padre abandonado. Hablar de un dios necesitado es desplazar nuestra propia carencia.

Es más sencillo decir que existen dos polaridades ideológicas: la izquierda y la derecha. Durante mucho tiempo, era frecuente decir: “Ese es de izquierda”, la sospecha dirigida a un ser peligroso para la sociedad se orientaba hacia ese lado. Con la categoría criminalizada de “subversivo” concluyó este tipo de designación persecutoria.

Desde hace unos años, el sistema de coordenadas invierte la dirección y localiza cuando hay alguien de derecha. “Ese es de derecha” marca el estigma en la nueva sociedad de exclusión ideológica.

Decir que no hay ideologías no es convincente. Nos hemos acostumbrado a ver cómo muchos políticos para evitar incomodidades se presentan con frecuencia en sociedad con un sello que dice “centro”.

Esta referencia hacia una equidistancia respecto de extremos ideológicos pretende trasmitir flexibilidad doctrinaria y aptitud para adecuarse a circunstancias cambiantes. Y es además una consecuencia de una incredulidad generalizada respecto de cánones ya anacrónicos.

Las ideologías políticas con las que se legitiman las acciones provienen de los siglos XVIII y XIX: el socialismo, el anarquismo, el liberalismo, el comunismo. Las enormes transformaciones que ha vivido la humanidad en tres siglos no han incorporado nuevas visiones del mundo y de la sociedad. Las mutaciones tecnológicas, las ciencias aplicadas son paralelas a la interpretación de un mundo que apenas conocía la industria.

Las ideologías de aquel mundo eran prometeicas, se referían a un futuro y a una sociedad deseable y posible, y tenían agentes sociales portadores de un programa para la acción. Hoy las mismas ideologías son retrógradas. No tienen ni presente ni futuro, sólo un pasado que actúa como un gran relato fantasmal que alucina su objeto.

Raymond Aron decía que izquierda y derecha no se diferenciaban por el hecho de que una luchaba por la transformación de las relaciones sociales y la otra por la defensa del statuo quo. Sostenía que izquierda y derecha son dos paradigmas diferentes acerca de cómo producir un cambio social: una, inclinada hacia la igualdad de resultados y una versión económica de la justicia; y la otra, hacia la igualdad de oportunidades y una política de la libertad.

Sabemos que la torta es un elemento pastelero muy apreciado cuando se habla de cuestiones relacionadas con la riqueza y su distribución. Darle a todo el mundo lo mismo parece paradisíaco y en realidad es un infierno. Mantener la tensión entre las bocas, los estómagos y las almas es tan importante como la cantidad que se come.

Marx decía: “Dé cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad”. Pero los dos estados no son fisiológicos sino culturales, contingentes y arbitrarios. Dar todo lo que se pueda y recibir lo que nos complete constituye un mundo feliz y muerto.

Hay quienes descartan la existencia de ideologías sin dejar de hablar de populismo, gorilismo, macartismo, menemismo, neoliberalismo, posmodernismo, feminismo, setentismo, honestismo, bilardismo.

Agregaré el pragmatismo. Este es el verdadero enemigo de las ideologías. Para algunos, ser pragmático es ser cínico. Es no creer en los valores y sólo tener en cuenta los resultados. Se agrega que para un pragmático el fin justifica los medios. En realidad los “pragmáticos” no son una especie aparte. Stalin era pragmático, los papas, ídem; ni hablar de Perón.

No puede haber política que no sea pragmática. En la política, el fracaso es excluyente. El pragmatismo no es una ideología sino el horizonte regulativo que afirma que las acciones tienen un propósito de realización, que no son inútiles, y menos en política.

Lo que señala aquello que se hace llamar pragmatismo es que la discusión técnica es inevitable cuando se habla de realización de fines. Importa el “cómo” se llega al objetivo, y si se cumple. Una política progresista que acaba en la hiperinflación y la desocupación masiva o una política liberal que atrae inversiones que redundan en créditos para la vivienda, que les da techo a miles de pobladores de villas, no se definen por la izquierda o la derecha, sino por el objetivo buscado y su concreción. Si lo que se persigue es el bienestar general, es mejor política, en este caso, la liberal.

La palabra gestión no es un capítulo de los libros sobre gerenciamiento, es algo más que eso, es la interpelación y un llamado de atención a los ideólogos, de que las formas de organización y su eficacia son un asunto ineludible en lo que atañe a las políticas públicas.

El filósofo Gilles Deleuze al hablar de microfascismo resituó a las formaciones ideológicas en los niveles de la subjetividad. La ideología dejó de ser una declamación explícita sobre valores sociopolíticos, y se hizo pulsional. Desde esta perspectiva, la ideología no se reduce a una doctrina sino que integra una forma de vida. Claro que es más complejo juzgar una forma de vida, pero una ideología ya no puede descartar los gestos cotidianos y la sociabilidad próxima; en síntesis, el mundo de los afectos se incorpora al análisis teórico de las ideologías. Pasiones tristes, pasiones alegres, decía Spinoza, modos de reducir y contaminar la vida, otros de potenciarla.

Dicen que en el fondo, siempre hay una ideología por más técnica que se presente una decisión política. Aparentemente no nos podemos escapar de una ideología, pero nadie sostiene que somos cautivos de cuatro o cinco ideologías. Se enuncian como bloques argumentativos unificados. No se puede ser un poco católico, bastante ateo, de derecha a la mañana y de izquierda a la noche. Ser un periodista progresista y un cavernícola reaccionario en la casa. Ser filántropo y un patrón racista a la vez. Querer crear un hombre nuevo y fusilar a todos los viejos. Ser un humanista de simposio y rodearse de doberman. Invocar a la juventud maravillosa y ser un lobbista corrupto. No, jamás podrían concretarse estas insensateces si la coherencia fuera un requisito definitorio para calificar a los humanos como lo es en la conducta de los paquidermos. Pero no lo es, la zona gris existe, ya lo ha mostrado Primo Levi, también Kafka con su hombrecillo sentado ante la Ley, y es más real la demora de los hombres en el Purgatorio que los mundos extremos de Dante. Somos seres desajustados en una sala de espera que se configuran de acuerdo a una identidad absoluta, aunque esta unidad sea un espectro de una novela familiar, una realidad sin cuerpo, como el Marx del libro de Jacques Derrida (Les spectres de Marx), y el papá de Hamlet.

*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar).

Autor: Profesor Hari Seldon

Seldon nació en el 10º mes del año 11.988 de la Era Galáctica (EG) (-79 en la Era Fundacional) y murió en 12,069 EG (1EF).Es originario del planeta Helicon.Profesor de Matemáticas,crador de la PsicoHistoria.