El futuro de la Argentina depende de nosotros mismos y en gran medida de un reemplazo de los dirigentes extracti vos que, envueltos en la bandera de «la defensa del pueblo», se han apropiado del país para su propio beneficio desde h ace más de 70 años,

Jueves 27 de febrero de 2014 | 00:50

Nuestro capital institucional

Por Orlando J. Ferreres | Para LA NACION

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El año 2014 va a ser bastante complejo en lo económico, pues ya arrancó con una importante devaluación, altas de tasas de interés, crédito muy difícil, fuerte inflación, tarifas que necesitan niveles más realistas y posible estancamiento del PBI, lo que indica también un eventual incremento del desempleo.

Sin embargo, mirando más el largo plazo, aun cuando cada 12-13 años tenemos una crisis económica, el origen de nuestro problema no es económico, es político institucional. No cumplimos las reglas establecidas, no cumplimos nuestros mandamientos. No tenemos instituciones, las hemos destruido a fuerza de no respetarlas por décadas. La madre de todas las instituciones es la Constitución, a la cual tampoco hemos respetado. En gran número de casos hemos encontrado el camino para eludirla o directamente no cumplirla. El ejemplo inicial es el golpe de Estado de 1930 que fue declarado constitucional por la Corte Suprema a los tres días de tener lugar y eso que había ocurrido un sábado. Desde aquel momento hasta ahora, las cosas que se han hecho en nombre de la Constitución han superado cualquier pronóstico pesimista.

El origen de nuestro problema no es económico, es político institucional

Podemos decir que el nuestro es un problema moral, pues no cumplimos ni las propias normas que nosotros mismos nos damos, con la idea de que violándolas podemos obtener una ventaja egoísta sobre el resto de la población, en el corto plazo, pero al fin perdemos todo en el largo plazo y el destino de la sociedad, en la práctica, no nos importa. "Yo, argentino": sálvese quien pueda. Los dirigentes, los que pretenden hacer cabeza, son mucho más responsables que la población que vive dominada y engañada por gran parte de estos dirigentes que le señalan causas falsas de los problemas que soportamos para cubrirse ellos mismos de sus errores.

Las consecuencias para la población son nefastas. Hoy -considerando el costo de vida verdadero que ahora el Gobierno está reconociendo- tenemos un 25% de pobreza a pesar de haber gozado de un gran viento de cola, reflejado en precios excepcionales de las materias primas. Al inicio de la democracia, el flagelo de la pobreza se ubicaba alrededor del 5% de la población.

¿Por qué hay tanta pobreza? Porque el ahorro no se ha coagulado en inversiones reproductivas y por lo tanto no están hechas las fábricas que podrían ocupar formalmente a los 4.500.000 de trabajadores informales y a 1.600.000 desocupados que hoy registramos.

Nuestras condiciones institucionales se pueden cuantificar considerando el nivel del riesgo país. En 1918, los bonos soberanos argentinos a 5 años tenían una calificación "A", "grado inversión", según Moody´s, igual que los de Noruega y Suiza. Ahora, en 2014, casi 100 años después, tenemos una calificación "B3", "grado especulativo", similar a la de Nicaragua o Jamaica. Estar en este nivel quiere decir que nos hemos convertido en imprevisibles y eso que salimos del pozo del 2002, momento en que teníamos una calificación aún peor: "C", "default selectivo". El nivel de riesgo país es de 800-1100 puntos básicos, cuando nuestros vecinos, Uruguay por ejemplo, tienen 200 puntos de riesgo país, lo que muestra la falta de calidad de las instituciones y la orfandad de la calidad profesional de nuestros dirigentes políticos.

Para establecer lo que vale una Constitución y las demás instituciones de un país consideremos el capital natural, el capital producido (la inversión bruta interna fija menos las amortizaciones acumuladas) y el capital institucional o intangible de algunos países. Para hacerlo comparable entre los diferentes tamaños de los países, lo consideramos per cápita, o sea, dividiendo el monto del capital de cada categoría por la población total de cada país.

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Podemos apreciar que en capital natural -antes de considerar las reservas de shale gas y de shale oil que se confirmaron más recientemente, después de este cálculo- estamos un 56% mejor dotados que el promedio mundial per cápita. En capital producido per cápita, estamos por debajo del promedio internacional dado que una buena parte de nuestro ahorro lo tenemos invertido en el exterior.

Pero nuestra gran falla está en el capital institucional o intangible per cápita que es entre 7 y 10 veces menor que el de muchos de los países computados y 2 veces menor que el promedio mundial. Esta realidad es una consecuencia del cortoplacismo como método de gobierno y de las continuas violaciones de nuestras instituciones (de la Constitución, de las leyes, del valor de la moneda nacional, de los contratos y de la falta de cumplimiento de las sentencias judiciales). Recordemos en este sentido la inflación o hiperinflación, las maxidevaluaciones, los default de la deuda pública, la expropiación de todos los depósitos bancarios y su reemplazo por un bono estatal a 10 años (1990 y 2002), el Rodrigazo, la pesificación diferencial y tantas otras medidas que han dañado la confianza en el país.

La falta de cumplimiento de la Constitución afecta también el valor de todas las empresas del país. Estas valen solo la mitad o menos de lo que valen por ejemplo en Brasil, para el mismo nivel de facturación en dólares, la misma cantidad de empleados, la misma tecnología y la misma ganancia en dólares. Estimamos que las 603.000 empresas (grandes, medianas y chicas) que tenemos en la Argentina valen unos u$s 3.000.000 millones de dólares, pero podrían valer el doble solo si estuvieran físicamente en Brasil (y eso que Brasil no anda del todo bien) y el cuádruple o sea u$s 12.000. 000 millones se estuvieran en el sudeste asiático. Es tremenda esta comprobación de la gran destrucción de valor generada por los malos gobiernos que no cumplen con la Constitución y con el resto de las instituciones. Y tampoco se ha visto una reacción empresarial acorde, salvo excepciones, a esta enorme pérdida económica para ellos.

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Si nuestro dinamismo fuera mayor podríamos tener un coeficiente de precio/ganancias antes de intereses, impuestos y amortizaciones de hasta 19 veces, como en el sudeste asiático, lo que implica que por tener una Constitución violada y débil perdemos valor empresario por unos u$s 9.000.000 millones. Debemos tomar conciencia de estas realidades sobre todo teniendo en cuenta que esa pérdida de valor empresario también afecta la ocupación y los salarios formales, ya que no se concretan todas las empresas industriales y de servicios que podríamos tener.

MIRANDO AL FUTURO

Tenemos muchas posibilidades en materia agrícola ya que la Argentina podría aumentar un 50% su producción hasta el 2022 según el grupo GPS (Grupo de Países del Sur). Lo mismo en carne bovina, cuya demanda está creciendo explosivamente en China y en otros países asiáticos.

Además de disponer de alimentos como para exportar en forma masiva, también tenemos abundante energía -disponemos de la segunda reserva mundial de Shale Gas y de la cuarta de shale oil -lo que nos ubica dentro de los países interesantes para el futuro. Esta posibilidad solo se hará realidad si podemos explotar estos recursos para lo cual debemos cambiar y respetar en todo la Constitución y los contratos. Salen muy caros los default y el aplauso cerrado con el que lo festejaron todos los legisladores. Por nuestro bien, debemos erradicar estas prácticas para siempre.

Un país con abundancia de alimentos y de energía, que además tiene muchos recursos mineros y un gran mar continental que hasta ahora no hemos aprovechado, es un país con muy buenas perspectivas. Tenemos que recrear nuestro capital institucional y aprender lo que vale una Constitución o, lo que es lo mismo, cuánto perdemos de valor económico por no respetar las instituciones. Sin este respeto, que implica un cambio moral en los dirigentes del país, no será posible hacer realidad la riqueza potencial.

El futuro de la Argentina depende de nosotros mismos y en gran medida de un reemplazo de los dirigentes extractivos que, envueltos en la bandera de "la defensa del pueblo", se han apropiado del país para su propio beneficio desde hace más de 70 años, lo han dominado y atrasado con respecto a todos los países de la tierra. Aunque tarde, es la hora de un cambio profundo de la Argentina. No es posible seguir con los cantos de sirena, con las promesas incumplidas, con las triquiñuelas y vivezas de los políticos (y no solo de los políticos) para obtener o seguir en el poder y obtener resultados económicos personales. Una Argentina más pura, más libre, más auténtica quiere resurgir. No se hace sola, hay que poner manos a la obra..

Autor: Profesor Hari Seldon

Seldon nació en el 10º mes del año 11.988 de la Era Galáctica (EG) (-79 en la Era Fundacional) y murió en 12,069 EG (1EF).Es originario del planeta Helicon.Profesor de Matemáticas,crador de la PsicoHistoria.