La Eterna maldición de la Argentina…

LA PELEA EN EL JUSTICIALISMO

Uno, dos, mil peronismos

Más allá de los problemas objetivos de los Kirchner, sus competidores dentro de la misma corriente también suman dificultades y dilemas.

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Por Roberto García | 06.08.2010 | 22:31

Nada más imaginativo que la política: cambiante, tumultuosa, ingrávida. Esa natural inestabilidad encabezó las idas y vueltas, esta agitada semana, de los tantos peronismos que integran el país, con cada vez más ciudadanos sin adherir a la causa partidaria, pero con la certeza de que cada vez más ciudadanos, finalmente, votarán por ella (como ocurre en las sucesivas y últimas elecciones). Y ese sello con escaso contenido y múltiples divisiones no confía en Néstor Kirchner (nadie lo imagina triunfando en una segunda vuelta), tampoco en la alternativa renovada de su mujer, menos en Eduardo Duhalde (sigue sin prosperar en las encuestas), otros no dan el “pinet” (Ramón Puerta) o se retiran sin pelear (Juan Carlos Romero), algunos se reducen a sus fronteras (los Rodríguez Saá priorizan que nadie les cuestione el distrito), la sangre joven en su transfusión no mueve a un renacuajo (Juan Manuel Urtubey), emergentes como Francisco de Narváez se estrellan contra el protocolo de su nacimiento y cierta dualidad intrínseca, aliados eventuales oscilan entre Devoto y Hollywood (Mauricio Macri), entre el deseo y la consumación (Roberto Lavagna), mientras hay quienes no se asumen para el posible cargo que les destinan (Carlos Reutemann) y quienes sin respaldo físico dicen postularse (Felipe Solá, Alberto Fernández). Por no hablar de gobernadores cuya estatura se reduce apenas aterrizan en Buenos Aires (Mario Das Neves). Quizás falten otros en la lista, pero al revés de antaño –cuando sobraban aspirantes sólidos– ahora no se vislumbra el furor, el carisma, la voluntad inclusive. Y los que pueden tenerlo no lo pueden usar.

Por supuesto, el matrimonio oficial se consagra a esa misión. Arguye, “para continuar el proyecto”; esconde otro tipo de temerosas previsiones: el ostracismo del retiro en 2011 y la pesquisa judicial que los intimida, cuya última derivación resulta imprevisible. Aun así, con la amenaza pendiente de que hoy 70% de la población no los desea para el cargo, pugna por modificar el guarismo y se concentra en la vital provincia de Buenos Aires como refugio. Sea para ganar en el orden nacional o para conservar una vivienda que no sea arrasada por el huracán. Y allí estimula intendentes con obras y otras atenciones, los abulona en la convicción de que no podrán apartarse de su guía –gracias a la nueva ley electoral–por falta de tiempo (serían seis meses a privarse de asistencias cuando sus economías son tambaleantes), vuelve incómoda la situación de un Daniel Scioli que habrá sido siempre fiel, pero que igual les genera reservas. Es un traje de confección, no a medida (por más que se vista en Zegna, como Macri). Además, el gobernador cuenta con más adhesiones populares que el propio Kirchner y ese dato, claro, lastima ciertos egos. De ahí que promuevan figuras como Martín Sabbatella, un “vivo útil” para utilizar la jerga de la bipolaridad atómica, quien iría sin candidato a presidente (o sea, habilita a Néstor), pero cuya postulación le restaría votos a Scioli. Una forma de emparejar voluntades, así es el socialismo.

Además, para que Scioli no se ilusione sobre sus números, destaca otros candidatos internos (Bruera, Massa, Aníbal Fernández, Moyano y otros) y hasta invita a rivales en la porfía, como De Narváez, garantizándole un tratamiento más autónomo si llegara a ser gobierno. Juegos del poder inconclusos que ponen nervioso a más de uno desatan tensiones entre La Plata y Olivos. A lo que sería necesario agregar, si la imaginación lo permite: el propio Néstor, si el año próximo observa que no hay espacio para continuar en el mando nacional –podría allanarse a la postulación a gobernador–, si viene el vendaval de las elecciones, disponer de un distrito como el bonaerense es más suficiente que cien legisladores propios o el sello partidario para aventar otros riesgos.

Del otro lado, Duhalde parece dispuesto (lanza el 3 su candidatura en Entre Ríos, de la mano de Jorge Busti), aunque tropieza con elementos escasos y dificultades propias; de ahí que el insomnio lo consuma sin que los medicamentos lo salven. Pugna por ser él mismo candidato, quiere jóvenes a su alrededor, sueña con la compañía de Macri en la Capital y con De Narváez en la provincia, a Reutemann lo ubica en el partido, un ensamble apetitoso electoralmente, pero que se frustra por enconos personales entre los protagonistas y una magra fiabilidad. Hay obvias reservas sobre su influencia con los “barones” del Conurbano: nadie duda de que Duhalde habla con los intendentes, pero ninguno de ellos se saca una foto con él. El resto, en dulce montón, observa y se oculta, estima que aún falta más de un año para el desenlace (aunque la ley electoral que pocos han leído cuestiona esos razonamientos).

Macri, obturado por ahora como cabeza probable del peronismo disidente, se ahoga en sus disturbios judiciales con doble amenaza: el tiempo que habrá de invertir en esa batalla por las “escuchas” y por la sombra de evidencias –ciertas o montadas– que lo afectan tanto a él como a alguno de sus colaboradores. Intríngulis político para quien, en lo personal, dice que nunca estuvo más feliz. El tálamo no garantiza otras necesidades. Para colmo, debe creer que algunos enemigos de los Kirchner, como Clarín, no lo ayudan, más bien lo fulminan; les debe atribuir la causa a los concejales de su partido que aprobaron un competidor del cable en Vicente López que trastoca algunos negocios del grupo. A su vez, De Narváez, con cierta desorientación por la dualidad gobernador o presidente, ve que cierta carrera podría ser más sencilla que la otra y, sin embargo, no puede participar por su origen. Desencuentro casi filosófico que hoy lo aflije, mientras se presenta en Buenos Aires con José Scioli y Emilio Monzó, ambos colaboradores de Scioli, cuya transferencia aún no es asimilada por el entorno que lo llevó a ganar los comicios del año pasado.

Ante las ausencias políticas del justicialismo, para la Rosada se busca un relleno del lado mediático, de ahí el formidable escándalo que provocó la cena organizada por el zar de Clarín, Héctor Magnetto, en su casa (con Duhalde, Solá, De Narváez, Macri y Reuteman). Se horroriza el kirchnerismo, le atribuye a Magnetto el don del máximo poder (la mafia, claro) y a los políticos opositores la sumisión, cuando se olvidan de que antes el matrimonio oficial lo convidaba en la nocturnidad de Olivos (Cristina admitió que lo albergó una docena de veces). Más ira cuando a los Kirchner se les desarmó una planeada operatoria sobre Telecom, jugada maestra en apariencia de los Werthein –aun sin la bendición del Estado– que les restó capital accionario, pero que los mantiene en uno de los tres negocios más prósperos del país. De ahí que otros amigos vayan por nuevas radios (¿Cristobal López se hará cargo de Continental?) y desde el Gobierno se cuestione con más rigor en los próximos días, con la Ley de Medios y una posible intervención a Papel Prensa, el poder de Clarín. El dilema para los peronistas igual continúa: si no ganan los Kirchner, ¿quién de nosotros gana?

Autor: Profesor Hari Seldon

Seldon nació en el 10º mes del año 11.988 de la Era Galáctica (EG) (-79 en la Era Fundacional) y murió en 12,069 EG (1EF).Es originario del planeta Helicon.Profesor de Matemáticas,crador de la PsicoHistoria.